Nabucco: la ópera que sigue hablando al presente
Nabucco: la ópera que sigue hablando al presente
Nabucco, una de las primeras obras maestras de Giuseppe Verdi, estrenada en 1842, va mucho más allá de la historia del pueblo hebreo en cautiverio bajo el babilonio Nabucodonosor II. Es una ópera que pone en escena las grandes tensiones humanas: la opresión, la vanidad del poder, la fe y la esperanza que persiste aun en el exilio. Su emblemático coro Va, pensiero no solo se ha convertido en un himno para quienes han perdido su tierra, sino en una vibrante llamada a la resistencia y a la búsqueda de sentido. Escuchar Nabucco hoy es abrir una ventana al pasado que resuena con fuerza en los conflictos y dilemas del presente.
Con esta obra como punto de partida, Pedro Salazar —director formado en la escuela Jacques Lecoq y en Columbia— asume la dirección escénica de la primera ópera producida por el Festival Internacional de Música Sacra de Bogotá, con la que inaugura esta edición. La producción reúne a un destacado elenco: la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia bajo la batuta de Yeruham Scharovsky; el Coro Nacional de Colombia dirigido por Diana Carolina Cifuentes; y solistas de primer nivel como Fabián Velóz, barítono colombiano; Veronika Dzhioeva, soprano de Georgia; Ricardo Zanellato, bajo italiano; Andrea Niño, mezzosoprano colombiana; y Andrés Carillo, tenor mexicano.
Para Salazar, Nabucco no es sólo una pieza del repertorio, sino una experiencia viva, un diálogo entre pasado y presente que invita a repensar la condición humana. Su mirada escénica, basada en el ritmo y la musicalidad, busca revelar la complejidad moral y emocional que habita en cada personaje, evitando simplismos y apelando a la emoción más genuina.
En esta entrevista, Pedro Salazar nos habla sobre su trayectoria, su visión artística y el reto de llevar a escena esta obra que ha marcado generaciones.
— Usted ha dirigido desde Shakespeare hasta ópera contemporánea y se formó en la Jacques Lecoq y en Columbia. ¿Hubo alguna obra o experiencia que marcara un antes y un después en su manera de concebir la dirección escénica?
Pedro Salazar: Hay varias obras que me han marcado. Recientemente montamos La coronación de Poppea de Monteverdi con la orquesta Poème Harmonique de Francia. Me impresionó particularmente la relación de la música con la acción dramática. Es como si cada nota, cada silencio, cada momento tuvieran una razón de existir en el presente para definir lo que pasa sobre el escenario. Me impactó también la irreverencia y crudeza del texto, siendo este un texto del siglo XVII. Pero además siempre me ha marcado el trabajo con Shakespeare. No hay un escritor que abarque de manera más amplia la experiencia humana y divina. Cada obra resuena desde lo más bajo y vulgar hasta lo más elevado y profundo. Cada obra se abre como un caleidoscopio mágico que revela lo más profundo de nuestro ser interior, convirtiendo lo cotidiano en algo extraordinario.
— Con más de veinte producciones entre ópera y teatro, ¿cuáles considera que son los elementos dónde su voz se vuelve más propia y que le han permitido construir lo que podríamos llamar “el sello Pedro Salazar”?
P.S.: Yo creo que desde el inicio hay un sello propio. Me interesan sobre todo los lenguajes escénicos extra cotidianos, es decir, cuando el teatro viene en música, en poesía, en algo que toca algo que va más allá de la experiencia material de la rutina diaria. Creo que a partir de entender esos lenguajes, de transcribirlos al escenario aparezco yo como director. Sin duda el trabajo con música es particularmente central a mi trabajo. Para mí todo el teatro es musical. En Chéjov se marcan pausas, se marcan silencios, se elabora el tiempo como si fuera música, todo dentro de la organicidad natural que pide el escenario. Lo mismo sucede con Puccini, con Monteverdi, con Shakespeare. Lo esencial es conectarse con el ritmo natural de la obra. Ese es el verdadero reto y eso se revela de manera intuitiva, no intelectual.
— Cuando se adapta una obra tan grande como Nabucco al contexto actual, también se hace una lectura personal. ¿Cuál fue la pregunta o emoción que lo acompañó como hilo conductor durante el proceso de creación?
P.S.: Montar Nabucco hoy implica dialogar con el presente. Nabucco presenta muchos retos en este momento dado el conflicto en Medio Oriente. Pero ante todo es una reflexión sobre la opresión de los pueblos y por qué esto se da. Por qué un pueblo es opresor y otro es oprimido. La obra habla de la vanidad humana en relación a la dominación y el juego que cumple la fe tanto en el dominado como en el dominador cuando hay conflicto y sufrimiento. En Nabucco no puede haber buenos y malos. Hay una responsabilidad compartida y un camino compartido para encontrar la iluminación. Habrá un juego escénico entre luz y oscuridad, blancos y negros. La obra de Verdi no sigue lineamientos históricos ni bíblicos. Es un melodrama clásico del siglo XIX, lleno de pasión y emoción. En esos elementos que menciono nos vamos a concentrar.
— ¿Qué experiencia espera que el público bogotano viva con esta versión de Nabucco durante la inauguración del Festival de Música Sacra?
P.S.: Espero sobre todo que puedan vivir la maravillosa música de Verdi y que ésta los pueda emocionar. Como director escénico estaré al servicio de la música. Tendremos un elenco triple A con cantantes como Fabián Velóz, Ricardo Zanellato, Andrea Niño, la Orquesta Sinfónica Nacional y su maravilloso director Yeruham Scharovsky, y el gran Coro Sinfónico Nacional que será uno de los grandes protagonistas de Nabucco. Así que esperamos emocionar y conmover, que es lo que necesitamos en estos tiempos confusos y difíciles.
Por: Jorge Piotrowski