EL ARTE DE OLGA DE AMARAL. Por Bogdan Piotrowski.

27 de agosto de 2019

Olga de Amaral

El arte de Olga de Amaral.

El arte de Olga de Amaral.

Penetrar en el misterio de la vida

Bogdan Piotrowski

Universidad de La Sabana

Huelga decir que Olga de Amaral es una de las más prolíferas artistas colombianas que goza de reconocimiento internacional. Mas, es importante preguntarnos: ¿por qué su obra forma parte de los museos más importantes y de las colecciones más prestigiosas en diferentes continentes? Para mí, la respuesta es clarísima: se debe al modo, cómo logró expresar su propio asombro ante la exuberante naturaleza de Colombia y la larga y fascinante cultura de su país. Su creación incluye los impulsos diarios de la realidad que vive, pero también refleja las indagaciones sobre su origen y su empeño de dar forma la más adecuada a las estructuras de sus tejidos que entrelacen la tradición milenaria y la actualidad. Para Olga de Amaral el arte es penetrar en el misterio de la vida.

Estoy convencido de que la fama de Olga de Amaral se debe precisamente a este logro excepcional de aportar al arte universal su genuina expresión latinoamericana. La tradición textil en América se pierde en las tinieblas de la prehistoria. En muchos de los sitios arqueológicos más antiguos, se encontraron los tejidos de diversas fibras vegetales, pero también de la lana de los animales. En todos estos objetos se revelan diferentes técnicas, otros estilos, una variedad de texturas y colores. La artista admira los resultados de esta noble actividad que se mantiene hasta hoy y sigue viva en todas las regiones del continente y de Colombia. A este legado, Olga de Amaral le otorga su inconfundible impronta personal. A las técnicas practicadas a lo largo de la historia agrega nuevos recursos que permiten elevar los materiales que usa a los más altos y complejos niveles artísticos. Parece inagotable la oferta de las tramas, nudos y entrelaces que, a veces, parecen gasas o telarañas y, en otros artefactos, hace que simulan ser muy duros, como rocas. Su versatilidad en tejer, sin ninguna duda, hipnotiza y se transforma en una verdadera dimensión artística.

Igualmente, en la expresión estética de la creación de O. de Amaral está muy arraigada la naturaleza de América Latina. Los vibrantes tonos de sus textiles evocan los colores que recuerdan la flora y la fauna: las brillantes plumas de sus aves como los colibrís, la intensidad y la riquísima paleta de colores de sus flores, los infinitos matices de los verdes. También los paisajes ofrecen muchos ocres, grises y negros. Y, ¿qué decir de sus cielos? Gracias a la convergencia de todos estos elementos, se logra este exclusivo ambiente que ofrece su obra.

No obstante, a la ceremonia de este arte contribuyen otros visos de suma importancia y muy relacionados con la historia de la cultura americana: los de oro y los de plata. Larga y perturbadora es la historia de estos dos metales en América y, por esta razón, también su presencia en el arte de Olga de Amaral. Y no se trata exclusivamente del oro, como un valor económico, sino de su dimensión espiritual. En diferentes latitudes del continente, hay objetos de oro y, por lo general, de uso ritual. Si los orfebres de diferentes culturas lograron unas muestras admirables, no cabe duda de que son los muiscas que llegaron a crear una verdadera civilización metalúrgica de oro. Sus productos de diferente uso sorprenden por su expresión artística que no tiene comparación en sus alcances en ninguna parte del mundo. El oro brillaba en los cuerpos y en las armas de los guerreros, subrayaba la belleza de las mujeres, servía como juguetes a los niños. Era aprovechado en los ritos y las ceremonias religiosas, como utensilios y ofrendas a los dioses chibchas. Los discos rotatorios colgados en el aire, sonaban con su música sagrada al soplo del menor viento. ¡Y cada objeto tenía diversas inspiraciones estéticas: antropomorfas, fitomorfas, zoomorfas, mixtas y fantásticas! No faltan tampoco ejemplos de minuciosas labores geométricas. ¡Todo un universo de oro que unía el cielo con la tierra! La tradición del oro en Colombia constituye la verdadera reafirmación de El Dorado.

¿Cómo no subrayar la presencia del oro en el arte colonial que luce en las catedrales, las iglesias y las capillas? Las naves de los templos y todos sus nichos, son espacio de asombro para cada colombiano y todos los turistas extranjeros. También Olguita Ceballos, desde niña, sentía elevarse el alma, cada vez que entraba a la misa y veía los altares con pan de oro en todas sus estructuras, columnas y marcos que abrazaban a las figuras de los santos. Este anhelo del hombre de rendir el homenaje a Dios con las imágenes más deslumbrantes tiene muchas muestras incalculables. El arte colonial sigue ejerciendo sus influencias también en la actualidad.

Olga de Amaral logra que sus obras salgan de las clasificaciones clásicas, porque son, a la vez, pinturas y esculturas. El mestizaje y el sincretismo cultural – tan latinoamericanos – son palpables. Permiten revivir la nostalgia, el dolor y el desgarramiento, la alegría y el éxtasis. La artista despierta emociones que se vuelven sinfonías de luz y de color, de texturas y de notas. Su colombianidad está a flor de piel y el público que se acerca a su creación siempre la experimenta. Su arte provoca y obliga a dialogar, responde al ánimo de cada uno, porque es un arte vivo que indaga sobre el sentido de la existencia del hombre.

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