“Estoy muy contento de volver a Bogotá. La primera vez fue para mostrar lo que sabemos hacer, ahora es para transmitir” Marcel Pérès

Lunes, 28 de agosto de 2023

“ESTOY MUY CONTENTO DE VOLVER A BOGOTÁ. LA PRIMERA VEZ FUE PARA MOSTRAR LO QUE SABEMOS HACER, AHORA ES PARA TRANSMITIR”
MARCEL PÉRÈS

Después de más un siglo de largo silencio, los libros de facistol de la Catedral Primada de Bogotá vuelven a despertar. En cada trazo de estos manuscritos reside la memoria de generaciones y la fe de un continente. Tesoros de cantos gregorianos que danzan con la historia. En cada página dorada, en cada trazo de tinta, en cada caligrafía, se atestigua su origen bogotano del siglo XVII, y, a su vez, un enlace ancestral: un canto de Roma que extendió sus raíces a Toledo y terminó floreciendo en nuestro territorio durante tres siglos. El pasado bogotano revive de la mano de compositor, musicólogo e historiador Marcel Pérès, quien nos revelará una joya que estaba oculta, cantando al ritmo de los libros de facistol de la Catedral Primada de Bogotá.

Marcel Pérès es una figura predominante en la órbita de la Música Antigua por su capacidad para rescatar y revivir las voces olvidadas de la historia. Desde sus inicios, siempre ha buscado captar la verdadera naturaleza de la música para comprender por qué y cómo los hombres la inventaron y la utilizan. Compositor, historiador, cantante y tecladista, Marcel Pérès creó en 1982 el Ensemble Organum, en 1984 en la Abadía de Royaumont el CERIMM (Centro Europeo de Investigación sobre la Interpretación de las Músicas Medievales), y en 2001, en Moissac, el CIRMA (Centro Itinerante de Investigación sobre la Música Antigua). Ha compuesto una treintena de obras, grabado unos cincuenta discos y publicado varios libros y artículos sobre las relaciones entre la música y la memoria de las sociedades, así como sobre el papel de la música en los procesos de construcción de los rituales.

Compartimos con ustedes la profundidad del pensamiento del maestro Pérès, a través de una entrevista que le concedió al Festival de Música Sacra de Bogotá.

Esta es la tercera vez que es invitado de honor en el Festival Internacional de Música Sacra de Bogotá, ¿qué significa para usted compartir su música y experiencia con el público colombiano?

M.P.: Con el Festival Internacional de Música Sacra de Bogotá tenemos una colaboración continuada, cosa rara y preciosa porque permite profundizar en las problemáticas espirituales, culturales, históricas y científicas de las que la música es reveladora. Este festival es muy especial: ofrece al público una visión global e internacional de los diferentes aspectos de la música sacra. Desde nuestra primera colaboración, Marianna Piotrowska entendió el significado de mi trabajo. El Ensemble Organum es un lugar de elaboración de experiencias destinado a ofrecer a nuestros contemporáneos la posibilidad de adquirir un conocimiento concreto de la naturaleza de las músicas que acompañaban los ritos de los siglos pasados. Por eso, la enseñanza ocupa un lugar muy importante en mi acción. Estoy muy contento de volver a Bogotá. La primera vez fue para mostrar lo que sabemos hacer, ahora es para transmitir

Como musicólogo y director del Ensemble, usted ha llevado a cabo una investigación profunda sobre el canto gregoriano y la polifonía medieval ¿Cómo equilibra la autenticidad histórica con su interpretación artística en el escenario?

M.P.: Debemos estar siempre muy atentos a esta palabra: autenticidad. ¿Qué significa realmente y por qué la utilizamos?

La palabra auténtico tiene una resonancia de precisión, de certeza. Pero también hace referencia a una cierta sinceridad, a algo verídico y personal.

Cuando se trata de música antigua que tratamos de revivir, debemos distinguir entre los distintos parámetros que entran en juego; en primer lugar, está el objeto sonoro al que tratamos de tener acceso, escudriñando la notación musical, pero hay también otras cosas que entran en juego: nosotros mismos, nuestros conocimientos, nuestra ignorancia, nuestras intenciones y las perspectivas que imaginamos para revivir esta música. Estos dos parámetros siempre deben ser considerados simultáneamente si realmente queremos revivir la autenticidad del pasado que, para volver a existir, necesariamente tendrá que atravesar nuestra propia autenticidad.

Cada época tenía su propia notación e incluso, entre los siglos X y XIII, cada región de Europa. Había por ejemplo en Italia la notación de Benevento, de Roma, de Milán, de Aquilea, etc….Cada notación da testimonio de una relación particular con el sonido, con el tiempo, con la memoria, con la energía del canto.

El primer objetivo de una notación es poner en relación al intérprete con una memoria viva a la que ya de antemano sabemos que no tenemos acceso, porque para alcanzarla tendríamos que tener incorporados los códigos que entonces eran usuales y poder responder a estas preguntas:

¿Qué representaba la música en ese tiempo?

¿Cómo se la transmitía?

¿En qué circunstancias se manifestaban estas músicas?

De hecho, la notación musical es un símbolo, solo representa una parte de la realidad. Para hacerla revivir es necesario entrar en el ritual del símbolo. Un símbolo es una realidad dividida en dos partes, entre dos compañeros. La vida separa a estos dos compañeros y cada uno sigue su camino, guardando en su interioridad parte del misterio.

Para manifestar de nuevo en el tiempo lineal esta realidad oscura, es necesario volver a unir cada parte de este todo.

Por eso, para revivir estas músicas antiguas, no basta con escudriñar las notaciones antiguas para traducirlas al lenguaje moderno, también es necesario trabajar sobre uno mismo para asimilar los parámetros que nos permitirán sentir, percibir, vivir la música de antaño en lo que representaba para los hombres que la crearon.

Aquí es donde se revela otra dimensión de la autenticidad. Ésta no consiste sólo en reconstruir artificialmente un objeto sonoro del pasado y en imitar a los hombres de antaño durante un concierto.

No, esta autenticidad consiste en presentar estos objetos sonoros a través de nuestra propia autenticidad, la de los músicos de hoy que han realizado un recorrido destinado a producir la energía interior que pueda entrar en sintonía con lo que dejaron los diferentes signos dejados por nuestros predecesores para que estas músicas vuelvan a iluminar las orillas del tiempo lineal.

Pero, ¿cómo hacer revivir hoy estas realidades en situaciones contemporáneas de difusión muy alejadas de lo que ellas fueron en su tiempo?

Para ello contamos principalmente con el concierto y la grabación.

La grabación permite recrear un ambiente y una profundidad específica, a menudo más difícil de recrear en concierto, a menos que se utilicen medios de los que rara vez se dispone en un concierto estándar: iluminación, escenografía adecuada, ubicación particular del público…

Hay un tercer camino, por desgracia muy difícil de hacer revivir hoy, pero que sin embargo permitiría comulgar lo más cerca posible con el espíritu que presidió la creación de estas músicas: la liturgia. Hoy este camino es difícilmente realizable porque la Iglesia ha perdido el sentido del patrimonio litúrgico e incluso no escatima esfuerzos para crear una amnesia colectiva en lo que respecta a los rituales antiguos. Por eso, para evitar este escollo y seguir haciendo renacer estas músicas, propongo crear nuevas formas de paraliturgias donde estas músicas puedan desplegarse en todo su esplendor. Esto permite descubrirlas, acostumbrarse a ellas, descubrir la energía que las hace vivir. Esto permite superar las querellas litúrgicas actuales. Los que no conocen los antiguos ritos, o incluso no tienen ninguna educación religiosa, pueden así acceder a la dinámica de estos repertorios y abrirse concretamente al espíritu que los anima. Los que practican las antiguas liturgias pueden también abrirse a otras dimensiones estéticas del canto eclesiástico y, por último, los que por principio son hostiles al patrimonio litúrgico pueden, a través del contacto con estos testimonios vivos del pasado, descubrir que el mundo de hoy tiene mucho que aprender de la experiencia espiritual de nuestros predecesores.

Es en este sentido que dirijo mi investigación y mi enseñanza, porque es en la acción litúrgica o paralitúrgica que la llamada música sacra encontrará sus verdaderas dimensiones y tendrá un impacto saludable en nuestros contemporáneos.

Su trabajo ha contribuido significativamente a la recuperación y difusión de la música sacra antigua. ¿Cuál es su visión sobre el papel de la música sacra en la sociedad actual y cómo puede seguir inspirando a las generaciones futuras?

M.P: Mi trabajo ha modificado profundamente el imaginario sobre la música de la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco. Es un primer paso para entrar en este proceso simbólico que acabo de mencionar. Sin embargo, hay que ir más lejos.

El estudio de los repertorios antiguos no puede limitarse a una simple reconstitución de un material escrito u oral. Reclama otra relación con la memoria, con su construcción a través de comportamientos musicales reveladores de otros horizontes. La práctica de estas músicas transforma profundamente la relación con el patrimonio. Originalmente, este movimiento solo tenía un interés arqueológico o estético. Pero a medida que evoluciona, parece que este trabajo sobre las músicas del pasado lleva a repensar en profundidad los comportamientos musicales y sus funciones dentro del tejido social. Las generaciones futuras tendrán que imaginar y construir otros rituales sociales distintos del concierto, otras oportunidades de hacer música, y obviamente tendrán que repensar otra relación con el patrimonio litúrgico, una relación positiva, considerando las liturgias de antaño como tesoros de espiritualidad, que las generaciones que nos han precedido han logrado transmitirnos durante casi dos milenios a costa de esfuerzos inconmensurables…

El canto gregoriano tiene una estética y estilo particulares ¿Qué consejos les daría a los músicos jóvenes que deseen abordar y apreciar este repertorio tan especial?

M.P: El primer consejo que daría sería liberarse de la historiografía del canto gregoriano que fue construida a finales del siglo XIX y que todavía hoy es dominante en la mayoría de las instituciones que enseñan el canto gregoriano. Escribí un libro sobre este tema en 2001, publicado en las ediciones Desclée de Brouwer: «Les voix du plain-chant».

Hoy es necesario desarrollar una visión histórica del canto gregoriano y de su relación con todos los demás repertorios que coexistieron durante quince siglos. Cada época supo crear un lenguaje propio conservando en el corazón de su conciencia litúrgica el canto gregoriano que, aunque cantado en formas muy variadas, siguió transmitiendo siempre la energía primera que echó raíces a mediados del primer milenio en Roma, síntesis entre la Antigüedad grecorromana y la aportación oriental que el cristianismo transmitió e infundió a Europa.

 ¿Hay alguna pieza en particular que haya interpretado que haya tiene un impacto profundo en su propia vida?

M.P.: ¡Hay muchas! Si tomo el orden cronológico de mis grabaciones, en primer lugar, está el repertorio de las polifonías de Aquitania, grabado hace 40 años pero que aún hoy nadie canta, si bien es la colección polifónica más antigua que se ha conservado; nos revela la espiritualidad luminosa de los siglos XI y XII que se manifestó en la potencia solar y telúrica de la arquitectura románica. Pero el repertorio que aportó una mutación fundamental a la idea que teníamos de las músicas medievales, fue el canto romano antiguo que comencé a estudiar en 1984. Gracias a la colaboración que inicié con Lycourgos Angelopoulos, director del Coro Bizantino de Grecia y Protopsaltes Archon del Patriarcado de Constantinopla, pudimos llevar a la luz del día el vínculo genético que une el canto romano y el canto bizantino.

No voy a hablar aquí de todos los repertorios que he explorado, pero citaré de todos modos un canto que estoy muy contento de haber hecho conocer a mis contemporáneos: una versión desconocida de la gran antífona del Salve Regina. Esta antífona se canta cada día en la mayoría de las comunidades monásticas, en versiones bastante variadas según las órdenes religiosas. Pero mientras trabajaba en los archivos musicales del castillo de Chantilly, descubrí el manuscrito más antiguo que nos ha llegado del Santo Sepulcro . En este manuscrito se encuentra la famosa antífona del Salve Regina, pero en una versión del siglo XII que indica perfectamente el ritmo del canto y… estoy seguro de que tenemos la versión más antigua de este canto.Todas las demás versiones intentan encontrarla, pero… les falta algo, una parte del símbolo… que milagrosamente se transmite en este manuscrito que fue utilizado en el Santo Sepulcro de Jerusalén durante el siglo XII. Esta antífona figura en mi disco sobre el Canto de los Templarios, porque los Templarios practicaban el Ordo litúrgico del Santo Sepulcro.

Usted ha tenido el privilegio de acceder en varias ocasiones a los archivos de la Catedral de Bogotá que normalmente están cerrados al público. ¿Cómo ha sido la experiencia y qué ha encontrado de único en ellos con respecto a otros archivos musicales?

M.P.: Es una historia muy antigua… Fue en 1990 cuando vi por primera vez estos archivos. Fue muy difícil acceder, pero había venido a Colombia para una serie de 4 conciertos organizada por la embajada de Francia, y tuve acceso a los archivos gracias a la intervención personal del embajador de la época. Solo estuve allí una hora, pero vi rápidamente la valiosa colección de libros de facistol. Inmediatamente pensé que había que hacer algo para que estos libros dejaran de dormir y revelaran a nuestros contemporáneos el mensaje espiritual que contienen. Pero… las circunstancias de la vida hicieron que no regresara a Colombia hasta 2016 por invitación del Festival de Música Sacra. En cuanto llegué a Bogotá, le hablé a Marianna de esta colección de libros. Y… hubo que esperar hasta 2021 para que el estudio y renacimiento de estos libros se hiciera efectivo. 31 años… a veces en la vida hay que saber esperar…

¿Qué tienen de especial estos libros? Son libros de canto gregoriano, repertorio constituido durante el siglo VII y que, en el culto católico, se utilizaron en esta forma de grandes libros colocados sobre un gran atril –el facistol–   desde el siglo XIII hasta principios del siglo XX. En el mundo ibérico casi todas las catedrales han conservado estos libros. Cuando los españoles llegaron a América del Sur, exportaron estos libros y se encuentran en diferentes lugares, en México, en Perú, en Bolivia. Los de Bogotá tienen la particularidad de haber sido escritos en Bogotá, a principios del siglo XVII.

Éstas son verdaderas reliquias, que se utilizaron hasta finales del siglo XIX. Durante tres siglos, de generación en generación, fueron el soporte del canto litúrgico. Fueron testigos de todos los acontecimientos que vivió Colombia durante estos tres siglos.

¿Por qué revivir esos libros? Hoy nuestra sociedad y el catolicismo están perdiendo progresivamente sus puntos de referencia y la memoria de lo que constituyó la especificidad de nuestra civilización.

El catolicismo se difundió en América del Sur gracias a una energía espiritual transmitida por una liturgia específica cuya fuerza y grandeza hemos olvidado.

Estos libros son testigos de esta energía inicial que presidió el establecimiento del cristianismo en América Latina.

Reavivar esta energía es recrear el vínculo con lo más fecundo, lo más puro que tuvo la espiritualidad de la época, independientemente de los otros aspectos menos positivos de la colonización. Es extraer lo mejor de lo que la civilización europea trajo al nuevo mundo.

Estos libros duermen porque, evidentemente, ya no tienen cabida en la concepción que los católicos de hoy tienen de la liturgia. Pero… nosotros somos testigos que contemplan los siglos pasados…

Cuando comencé a estudiar estos libros hace dos años, me maravillé de su calidad de fabricación. Cuatro siglos después de su confección, algunos parecen nuevos, la calidad tanto de la encuadernación, del pergamino, de la tinta es cuidada, meticulosa, son objetos concebidos para durar siglos, concepción tan alejadas de las realizaciones de nuestro tiempo. Me conmovió también ver el inmenso esfuerzo que realizaron los hombres de aquel tiempo para transmitir a los autóctonos los tesoros del canto romano, tradición que se elaboró mil años antes durante el siglo VII. Aquí en Bogotá, a principios del siglo XVII, los hombres consagraron lo mejor de las habilidades de su arte para que estos cantos fueran conocidos y perpetuados en este nuevo mundo, tan alejado de la vieja Europa. Pero consideraban que estos cantos eran lo mejor que su civilización podía aportar a los indígenas, porque a través de estos cantos tendrían acceso a los misterios más profundos de la civilización occidental…

Sumergido en mis pensamientos, de repente me di cuenta de una dimensión que hasta ahora no había advertido… Este canto de Roma transmitido en América Latina a principios del siglo XVII por los españoles, ¿cómo fue transmitido a España?

Y allí viví uno de los momentos más hermosos de mi vida…

El canto de Roma fue transmitido a Toledo y se extendió por toda España a finales del siglo XI por San Geraldo, monje benedictino que fue primer chantre en la Abadía de Moissac. Fue él quien reorganizó la liturgia de Toledo –que hasta entonces practicaba el rito mozárabe–y enseñó el canto de Roma a los españoles. Ahora bien, desde 2001 trabajo en Moissac donde he creado un centro de investigación y enseñanza sobre las músicas antiguas.

Así me sentí como el eslabón de una cadena milenaria que desde la Roma del siglo VII se extendió por el norte de Europa, y luego, en el siglo XI, entró en España por Moissac y Toledo para proyectarse en el siglo XVI en América del Sur donde en el siglo XVII floreció gracias al arte  que los colombianos habían aprendido a dominar. Esta energía desapareció a principios del siglo XX. Y yo… un siglo más tarde regresaba, desde Moissac para volver a encender la llama…

¿Ha tenido la experiencia de acceder a archivos musicales de otros lugares en Latinoamérica?

M.P.: No, porque para acceder a ellos, y sobre todo cantar con estos libros, hace falta una conjunción particular, como la que se creó aquí, hace dos años, gracias al dinamismo creado por el Festival de Música Sacra de Bogotá. Pero… uno puede esperar que esto dé ideas a la gente en otros lugares…

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